Salmo 56
Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre;
Me oprime combatiéndome cada día.
Me oprime combatiéndome cada día.
Todo el día mis enemigos me pisotean;
Porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia.
En el día que temo,
Yo en ti confío.
En Dios alabaré su palabra;
En Dios he confiado; no temeré;
¿Qué puede hacerme el hombre?
En Dios he confiado; no temeré;
¿Qué puede hacerme el hombre?
Todos los días ellos pervierten mi causa;
Contra mí son todos sus pensamientos para mal.
Contra mí son todos sus pensamientos para mal.
Se reúnen, se esconden,
Miran atentamente mis pasos,
Como quienes acechan a mi alma.
Miran atentamente mis pasos,
Como quienes acechan a mi alma.
Pésalos según su iniquidad, oh Dios,
Y derriba en tu furor a los pueblos.
Y derriba en tu furor a los pueblos.
Mis huidas tú has contado;
Pon mis lágrimas en tu redoma;
¿No están ellas en tu libro?
Pon mis lágrimas en tu redoma;
¿No están ellas en tu libro?
Serán luego vueltos atrás mis enemigos, el día en que yo clamare;
Esto sé, que Dios está por mí.
En Dios alabaré su palabra;
En Jehová su palabra alabaré.
En Jehová su palabra alabaré.
En Dios he confiado; no temeré;
¿Qué puede hacerme el hombre?
¿Qué puede hacerme el hombre?
Sobre mí, oh Dios, están tus votos;
Te tributaré alabanzas.
Te tributaré alabanzas.
Porque has librado mi alma de la muerte,
Y mis pies de caída,
Para que ande delante de Dios
En la luz de los que viven.
Y mis pies de caída,
Para que ande delante de Dios
En la luz de los que viven.
Vemos en el Salmo 56 la manifestación de la confianza en Dios. Estudiaremos sus 13 versículos y extraeremos cuidadosamente las bendiciones que contiene.
En primer lugar, podemos apreciar desde el versículo 1 hasta el final del 2, la forma en que el autor se ve oprimido: cada día los hombres van en su contra y, si por ellos fuera, él ya estaría muerto, devorado por ellos mismos. Se alimentarían, para fortalecerse, a partir del cuerpo del autor, habiéndole matado para comérselo. Vamos en el segundo, que le pisotean, pasan por encima suyo, peleando en su contra con altanería.
Seguidamente, en los versículos del 3 al 4, vemos la manifestación de confianza del salmista, diciendo que aún cuando teme, su confianza está puesta en Dios. Confiando en Dios, y sabiendo que él salva a su ungido (Salmo 20:6), cabe la pregunta que vemos en el Salmo: "¿Qué puede hacerme el hombre?".
De nuevo, vemos en los versículos del 5 al 6, la expresión de los males que atacan la vida del autor: pervierten su causa, la corrompen, y maquinan pensamientos para la destrucción de su vida, ¿de qué manera? Reuniéndose en lo oculto y observando cada uno de sus pasos, con el fin de hacer tropezar su alma. A continuación, el salmista pide a Dios que los pese, que sea Él quien se ocupe de ellos y que sea su mano la que les derribe.
Llegados a este punto, hasta el final del Salmo, apreciamos nuevamente la confianza del autor en Dios, sean cuales sean las circunstancias, pues Dios sabe lo que hemos pasado, lo que hemos sufrido y lo que hemos huido. Otra vez, vemos en el versículo 11 "En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme le hombre?", pues el autor sabe, nosotras sabemos, que Dios está por sus hijos y que con alabanza hemos de agradecer la continua fidelidad de Dios para con nosotros. Cada día Dios libra nuestras almas de los lazos de la muerte y la caída, pues lo que Él quiere de, y para nosotros, es que andemos en la luz, la santidad.
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